Mi Príncipe se había ido a pasar unos días con unos
amigos, con lo cual estuvimos sin vernos un par de noches.
No es nada inusual, aunque intentamos compartir nuestro
tiempo, este tipo de actividades siempre nos surgen sino al uno, pues al otro,
sin problemas.
Nosotros pues, tenemos un juego al que denominamos “Prohibido
prohibir” dónde intentamos no coaccionarnos a la hora de hacer cosas, cada cual
sabe lo que puede o no puede hacer, y dejamos al libre albedrío la decisión.
Así cuando pasamos juntos un tiempo, tenemos total
certeza de que es porque a la otra persona le apetece y no por obligación.
Estaba de domingo por la tarde con mi amiga Irene dando
un paseo por el monte cuando me llamó mi Príncipe.
¿Quién era, Moly?- me preguntó esta.
Mi Príncipe Rana que vuelve de viaje, me ha dicho que
viene un rato con nosotras- le conteste.
¡Qué bien! Vamos a recogerlo a las casetas, ¿no?- propuso
Irene.
Vamos si, le he dicho que en diez minutos estábamos allí-
le dije.
Habíamos pasado una tarde genial parloteando de nuestras
cosas, riendo y haciendo las tontas como cuando teníamos quince años.
Hay cosas que no cambian, por más que lo hagan las
circunstancias.
Moly, Moly…- escuché a lo lejos.
Aquí, aquí- se vino a mis brazos y me dio un abrazo, a
Irene también, pues ellos se conocen desde antaño.
¿Qué tal tu viaje?- le preguntó Irene.
Bien, ha ido bien- estuvo bastante escurridizo.
¿Pero y eso que has venido ya?¿no volvías lunes por la
tarde?- quise saber.
No, es que... bueno es muy largo y hace mucho que no veo
a Irene,vamos a jugar o algo-
nos distrajo sin contestar.
Vamos que os enseñe un sitio, hace unos días estuve por
aquí y vi como un monasterio, o algo parecido. Es una iglesia, que tiene como una
muralla y dentro hay casas…mejor venid que os lo enseño, ya veréis que chulo.- siguió
hablando mi Príncipe.
Entre cuestas, tierra, piedras y mucho aire pasamos la
tarde. Yo diría que los tres lo pasamos pipa, pero eso sí, cuando cayó la noche
la extenuación nos abordó.
Tras despedirnos de Irene, mi Príncipe y yo cogimos a
Silencio para volver a casa.
Y bueno, ¿no me cuentas nada?- le pregunté ya con más
privacidad.
¿Nada de qué, Moly?- me respondió con otra pregunta.
Pues de tu viaje, no es normal, te hacía mucha ilusión y
ahora llegas y no abres la boca. En estos casos, estamos deseando vernos para
contarnos cosas, lo sabes Príncipe.- le dije.
Es que, no sé, me da vergüenza contarte… - otra vez se
quedó mudo.
¿Contarme qué?- le dije sin intentar sonar impaciente,
cosa que no conseguí.
Pues que no era lo que esperaba, no lo he pasado bien, el
ambiente no me agradaba y encima las actividades tampoco eran de mi gusto- me
dijo algo cortado.
¿Y eso que tiene de malo?- le dije aún sorprendida por el
tabú que le podía ocasionar hablar de que se lo había pasado mal en un viaje.
En realidad nada, pero no me parece bien hablar mal del
viaje después del empeño que han puesto mis amigos en organizarlo y el esfuerzo
que les ha supuesto- me contestó.
Verás Príncipe, los tabús con los demás tira que va, pero
contigo, contigo mismo tener tabús no es bueno, no consigues nada negándote un
sentimiento- le comenté.
Es posible, pero me cuesta a veces enfrentarme a las
cosas cuando no las siento o pienso como debiera, Moly- me confesó.
Pues enfrentarnos a nuestros tabús nos hace sentirnos
libres, y crecer como personas, es una experiencia trabajosa pero bonita. El
esfuerzo merece la pena- le dije sonriendo para trasmitirle mi empatía.
Mi Príncipe se quedó pensativo y yo decidí dejarlo a su
aire, subí el volumen de la radio y ambos nos nutrimos de la canción que sonaba
para dejarnos embriagar por nuestros pensamientos más escondidos: nuestros
tabús.
¿Sabes que te digo,Moly?- me interrumpió mi Príncipe.
Dime, a ver...- le conteste.
Los tabús, si acaso con los demás- me miro cómplice.
Eso me parece genial- le dije dándole un beso de fresa.
Comentarios
Publicar un comentario