Nos habíamos acostado algo tarde hablando sobre la
disciplina, y así pues, cuando llego el alba no teníamos ganas de abandonar la
cama.
Pero como la ilusión es un buen motor, cuando el primer
rayo de sol atravesó la ventana, mi Príncipe se despertó y recordó que era día
de monte. Tocaba bocadillo y paseo por la montaña, así que se levantó de un
salto y me hizo arrancar de ipso facto.
Arriba, arriba,
arriba…8 vamos, vamos, vamos… buenos días, Moly- me dijo a nuestro modo, muy
rápido y casi sin vocalizar, energéticamente. Esta es nuestra forma de
despertarnos, a mi me resulta divertidísima y a mi Príncipe le encanta
despertarme porque normalmente suelo ser yo quien lo llama.
Vamos, vamos- dije más pausada- ¿has hecho los
bocadillos?- le dije
Por supuesto, está todo listo. Solo falta que nos
vistamos – me contestó.
Media hora más tarde nos hallábamos ya en lo alto de la
montaña, con nuestros aperos listos para comenzar el día de picnic.
Anduvimos hasta llegar a nuestro prado, el cual se veía
algo apagado.
¿Era aquí, Moly?- me preguntó dudoso mi Príncipe.
Yo creo que sí- le
respondí, también algo dubitativa, y es que me desoriento fácilmente.
Podíamos quedarnos, estoy ya algo cansado de andar. – me
sugirió.
Vale, por mi no hay problema.- le dije y acto seguido nos
instalamos allí.
Moly, yo no creo que este sea nuestro lugar. Esta muy
apagado, no hay casi hierba- me comentó.
Yo creo que sí, estoy casi segura de que es este lugar.
Lo que pasa es que la última vez que vinimos era primavera, y obviamente,
estaba todo más verde- le conteste.
Si, más verde y más alegre, ciertamente.- me dijo.
Si quieres ahora retomamos el camino y buscamos otro
lugar- le indiqué, y posteriormente le di un beso cariñoso en la frente.
Eh, ayer me dijiste que me ibas a explicar lo que era un
beso de fresa- le hizo recordar mi beso rápidamente.
Es verdad, te lo dije anoche. ¿Conoces los besos de
mariposa?- le pregunté misteriosa.
No, ¿besos de mariposa? ¿Eso qué es?- dijo expectante.
Los besos de mariposa son los besos que se dan con las
pestañas, son muy tiernos, a mi me gustan mucho. Tienes que estar muy cerca de
la persona para poder dárselo, y además tienes que prestar mucha atención
porque es muy leve el roce pero intensísimo.
Oh, no había oído hablar nunca de eso. ¿Me das uno?- me
pidió entusiasmado.
Príncipe, yo no puedo darte un beso de mariposa, no tengo
pestañas- dije sonriendo.
Jo, lo había olvidado por completo.- me contestó apurado.
No te preocupes Príncipe, para ello he inventado los
besos de fresa. Es un beso en la frente que se da lentamente y juntando los
labios de modo leve, puede llegar a ser tan tierno como el beso de mariposa.
Qué bonito Moly, de esos puedes dar los que quieras- me
dijo riendo.- Estoy anonadado de como te inventas cosas.
No se trata de inventar Príncipe, sino de adaptarse. Hay
cosas con las que nos encontramos día a día en nuestras vidas sobre las que no
tenemos la capacidad de ejercer un cambio.
Llegados a esa situación, como no
podemos cambiar esa parte de nuestro entorno, lo que debemos de hacer es
cambiar nuestra aptitud hacia ella, es decir, cambiar nuestra forma de
abordarla.- le conteste.
Eso que dices suena interesante, además de práctico- me
dijo.
Hay un dicho anónimo que dice: Si vas a Roma haz de Romano
pero sin dejar de ser tú mismo. Aquí se trata de hacer lo mismo, adaptarse a
las circunstancias, estudiar y proponer alternativas para conseguir nuestro
bienestar, sin olvidarnos de nuestra esencia, de aquello que somos y valoramos.
Ahora que lo dices, este lugar tampoco me parece tan apático.
La manta sobre la que nos hemos tumbado nos ha quitado la sensación de frío, y
también, es un lugar idóneo para comernos el bocata, pues el sol no nos ciega.-
contestó a la gallega mi Príncipe.
¿Entonces te parece bien que nos quedemos aquí esta
tarde? – quise saber.
Me parece fabuloso, como bien dices, no puedo cambiar el
entorno. Hoy es invierno, hace frío y no hay flora abundante en este lugar, eso
son cosas que no puedo cambiar, pero mi aptitud hacia ello si puedo
modificarla. Estoy contigo en buena compañía, gozando de la tranquilidad de la
montaña y el canto de los pájaros ¿podría estar mejor? - me contestó.
Yo creo que no- le dije riéndome con sus ocurrencias.
Yo creo que sí- me contradijo.
¿Qué más necesitas?- le pregunté sorprendida.
Un beso de fresa- me contesto pícaro.
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