La pelota esta en mi tejado...1,2,3...¡¡¡ a empatizar!!!

Embriagada aún por el soplo de alegría y satisfacción que  había sentido esta mañana, después de calificarla como productiva en mis quehaceres, llegaba a casa, con además mi pompa habitual de felicidad.

Parecía ser, que mi Príncipe Rana me estaba esperando, casi no había terminado de girar la llave para entrar en el hogar cuando ya estaba diciendo algo, no miento, ni exagero si afirmo que literalmente estaba echando espuma por la boca.

Me ha resultado muy gracioso, y es que, ¿quién no ha estado de esa guisa alguna vez?

Todos, absolutamente todos, en alguna ocasión hemos sido absorbidos por ese detestable sentimiento de rabia que nos hace escupir sapos y culebras, ergo nos nubla el entendimiento.

Eh, para el carro – le he dicho risueña- vocaliza, que no hay forma de comprender lo que me tratas de hacer entender- Venga, un minuto  y retomamos, yo cuento.

Esto es algo muy friki, pero es mi procedimiento actual ante cualquier altercado. Un minuto únicamente concentrada en mi respiración y vuelvo a arrancar. Ni os imagináis el bienestar que aporta.

60,59,58,57,56,55,54,53,52,51,50,49,48,47,46,45,44,43,42,41,40,39,38,37,36,35,34,33,32,31,30,29,28,27,26,25,24,23,22,21,20,19,18,17,16,15,14,13,12,11,10,9,8,7,6,5,4,3,2,1,0 ¡¡¡RING!!!

Moly, menudo día, me molesta mucho ese tipo de personas que no te hacen caso y solo te buscan cuando necesitan algo. De verdad, que no lo entiendo, y lo más irónico es que cuando tu tratas de localizarlos , a veces , no por nada ,sino solo para interesarte por saber como están, no te dedican ni un mísero momento para ver qué quieres.

Príncipe, esas cosas pasan desde siempre, no puedes obligar a nadie a que sienta interés por ti- le he dicho para tranquilizarlo un poco.

Si yo no quiero que tenga interés, pero, no sé, que mínimo que molestarse en ver que quiero, yo siempre estoy ahí cuando esa persona me busca.- me ha dicho con tono de resignación, su euforia había remitido bastante.

Quizá no lo haya pensado, es decir, no es consciente de que a ti eso te puede molestar tanto.- he intentado que entendiera la otra parte- seguro que tu amigo no lo hace queriendo.

Pero ¿qué puedo hacer yo? Ya he hablado con él varias veces, y siempre volvemos al mismo punto de partida.- me ha dicho mi Príncipe.

La empatía no falla, Príncipe. Eso sí, ese lo entiendo pero nunca he pasado por ello, no cuela. La empatía es sentir en tus propias carnes lo mismo que siente la otra persona- le he contestado.

Ya, pero y ¿cómo hago para que empatice conmigo?- me ha pedido consejo.

Fácil, haz que se sienta como te sientes tu. Cuando te busque ,que no te encuentre.- le he dicho.

Uff, es que a mí no me sale ser así, Moly- me ha dicho algo cabizbajo.

Bueno no pasa nada, tendrás que aprender. Si siempre hacemos las mismas cosas, siempre obtendremos los mismos resultados, y si ya sabes lo que tienes que hacer  y no lo haces, entonces estas peor que antes- le he sonreído, y es que, he aunado un par de frases celebres de Confucio y Einstein.

La verdad que no pierdo nada por intentarlo, aunque yo lo considero mi amigo, no quiero que esto acabe por concluir nuestra amistad- se ha preocupado.

Es que no debe de acabar con ella, solamente que lo invites a pensar. No debes de hablarle enfadado, ni estar guardando rencor. Tu pacientemente espera a que te busque, se dé cuenta de que no estás, y se pare a pensar qué es lo que te puede pasar cuando actúas de modo poco habitual en ti.- le he indicado.

Está bien, Moly, te haré caso- me ha contestado- Ya te contaré que tal funciona.

Pues seguro que bien, Príncipe, te diré una cosa: las personas te tratan como tú les permites que lo hagan. – lo he verbalizado casi sin pensarlo, pues es una de las convicciones más arraigadas en mi persona.

No sé cómo ha sido, pero entre tanta tertulia hemos acabado en mi habitación, de ipso facto mi Príncipe tenía la boca abierta de par en par.

Moly, ¿esto qué es?- me ha dicho cuando ha conseguido poder agilizarla, muy perplejo.





Ah, eso, mi nuevo armario- le he dicho tan normal.

Pero Moly, eso son cuatro hierros, ahí… es muy… ¿raro?- me ha dicho.

Qué va, es lo mejor del mundo, es muy cómodo, no tienes que ordenarlo, no tienes que abrir puertas… es simple. Tan simple como la vida misma- le he contestado.

Mi Príncipe se ha quedado unos segundos intentado tener algo que objetar pero por lo visto no lo ha conseguido. Porque cuando yo he activado la música de relajación y me he sentado en el cojín se ha venido a mi vera, para comenzar nuestra clase de relajación.

Cierto es que hoy le hacía falta, pero cierto es también, que todos alardeamos de lo simples que somos, que lo fácil que es todo, teóricamente somos perfectos, y claro, llega la práctica y parece que todo se nos olvida.

Por poner un ejemplo sencillo, en la práctica, si alguien va desaliñado, un pantalón de chándal, una americana y tacones diremos que es raro y que “eso no pega ni con cola”, si tenemos ocasión le miraremos incrédulos y como es debido, haremos alusión a su extravagante vestimenta. En el caso teórico ,tan solo hubiésemos dicho que se ponga lo que quiera que aquí todos somos muy tolerantes, e incluso diremos que es una persona con mucha personalidad.

Así que, antes de irme a cambiar el mundo me estoy dando una vuelta por mi casa, y aquí sí que estoy simplificando, y no os podéis imaginar cuanto.

Moly, no hemos bajado la persiana- me ha interrumpido mi Príncipe en mis pensamientos.

Ups, es verdad, 1,2,3…¿piedra, papel, tijera?-he dicho, y al instante el había sacado tijera y yo papel.

Te toca- me ha dicho mientras me miraba picaron.


Inevitablemente, otra vez estamos jugando. Así, yo teniendo que levantarme a bajar la persiana, mi Príncipe que no terminaba de acomodarse en el cojín, la vecina que ha empezado a mover muebles, un pajarillo se nos ha acomodado en la ventana y no ha deleitado con su canto… nos hemos sumergido en nuestro mundo y dejado conquistar por esa sensación de dejar la mente en blanco.

Comentarios