La noche había cogido a la mañana y la luz del alba nos sorprendía aún en
el sofá.
Acurrucada a mi Príncipe le acariciaba un anca y él a mí una mano. Ambos
estábamos callados. Habíamos acordado intentar dormir pero creo que ninguno lo
habíamos conseguido. Con los ojos cerrados podía notar como mis lágrimas
intentaban escaparse. Era consciente de que iba a ser la última vez en mucho
tiempo que estuviésemos así, que notaría su calidez y que podría ver el brillo
de sus ojos. No podía dejar de mirarle.
No había vuelta atrás. Yo lo sabía y el también. Era una decisión
importante. Algo que marcaría nuestra historia. Había decidido seguir su
camino. Necesitaba experimentar, salir a ver mundo, crecer como persona…
necesitaba un cambio.
¾ Moly ¿estás
despierta?
¾ Sí, no he
podido dormir ¿y tú?
¾ Tampoco. Moly…
¾ Dime…-dije con
voz entrecortada y las lágrimas mojaron mi cara.
¾ Te quiero. Te
voy a echar mucho de menos pero vamos a estar en contacto ¿lo sabes verdad?- me
miro a los ojos.
¾ Si- intente
decir, pero viendo que no me salían las palabras asentí con la cabeza. Un nudo
se acopló en mi garganta.
Nos abrazamos durante unos minutos. Fue uno de esos momentos donde las
palabras sobran, el silencio habla por sí solo. Siempre había sido consciente
de la posibilidad de esta situación pero nunca imaginé como me enfrentaría a
ella.
¾ Moly, ¿me
prometes algo?
¾ Claro, Príncipe
¿el qué?
¾ Prométeme que
siempre seremos amigos, promete que seguirás contándome tus cosas y prométeme que
siempre tengas un lugar para mí.
¾ Te prometo eso
y mucho más. Aquí siempre tendrás un hogar al que regresar, y en mí siempre
tendrás un apoyo cuando las cosas vayan mal y una palabra de júbilo cuando todo
marche bien.
¾ ¡Gracias Moly!-
me volvió a abrazar- Entiendes mi comportamiento ¿verdad?
¾ Sí, nada es
para tanto ni para siempre. Ha sido bonito caminar esta parte de nuestras vidas
juntos. Conocerte y aprender de ti. Y estoy segura que tendré el placer de
volver a coincidir contigo.
¾ De eso no
tengas duda, no sé por qué pero tengo el mismo presentimiento- me dijo y me
guiñó un ojo.
Recogió sus maletas y nos dirigimos a la calle. Silencio
estaba allí. Arranque y cogí la autovía dirección al aeropuerto. El trayecto
duró cerca de una hora, en la que mi Príncipe y yo fuimos hablando, jugando, y
canturreando.
Cuando llegamos a nuestro destino todo fluyó. No había
mucho más que agregar, todo estaba dicho y lo más importante: HECHO. Algo en lo que habíamos
coincidido ambos respecto a nuestra amistad era en el hecho de además de decir
las cosas, demostrarlas. Mucho más importante, pues como dijo Woody Allen “Las
cosas no se dicen, se hacen, porque al hacerlas se dicen solas”
En esas pude ver a lo lejos como mi Príncipe Rana
emprendía una nueva ventura, comenzando así otra etapa para mí.
Epílogo.
Más defecto que virtud, suelo ser de ese tanto por cierto de personas a las
que no le gusta que le digan lo que tiene que hacer. Normalmente, me incluyo,
tendemos a opinar sobre todos y todo a la ligera por lo que es lógico que a la
primera de cambio nos sintamos atacados.
Y a la defensiva, hasta la persona más dócil del mundo dejaría de atender a
razones. Por ello, me ha parecido curioso poder relatar situaciones que inviten
a pensar sobre nuestras actitudes.
Creo que las lecciones más importantes de mi vida las he aprendido así,
gracias a personas o circunstancias que me han ido induciendo a la duda, que me
han llevado a pensar que quizá había otra posibilidad u otra realidad. Qué tal
vez había otra perspectiva desde la que observarlo todo.
Espero que hayáis disfrutado de las aventuras del Príncipe Rana, ¡yo estoy
segura que lo voy a echar de menos! Me alegra pensar que nuestras extravagantes
venturas le han podido ayudar a alguien
aunque sea en lo más mínimo.
Todo lo que tiene un principio, tiene un final. Para poder avanzar hay que
ir cerrando etapas. Así que, agradecida quedo con todos los lectores de “El
mundo al revés de las cosas que no ves” por habernos dedicado al Príncipe Rana
y a mí algo tan valioso como parte de vuestro tiempo.
Para mí ha sido una época de crecimiento personal y formativo vital, en mi
vida hay un antes y un después desde la creación de este blog. Aún recuerdo cuando pensaba y repensaba
que escribiría en él, y ahora, mejor o peor, de un modo u otro, dos años más
tarde veo que he tenido la capacidad por lo menos de intentarlo.
Querer es poder. Con esfuerzo y constancia todo es posible.
Lo que no se consigue es aquello que nunca se intenta.
Lo contrario de vivir es no arriesgarse.
¡GRACIAS, GRACIAS Y GRACIAS!
Un beso de fresa.
Otro de parte del Príncipe Rana.
Comentarios
Publicar un comentario